San Millán y sus reliquias
San Millán y Torrelapaja
Hablar de Torrelapaja y no mencionar a San Millán es cosa harto imposible. Todo en este pueblo nos habla de San Millán. La iglesia parroquial, hermoso edificio del siglo XVI, está dedicada al santo, como no podía ser de otra manera. La monumental Casa de San Millán, que durante siglos albergó a peregrinos y atendió a pobres, enfermos y transeúntes, nos recuerda tiempos pasados influenciados en toda la comarca por la fama del santo párroco y el carácter abierto y acogedor de este simpático pueblo fronterizo con Castilla.
La diócesis de Tarazona y los humildes pueblos de Berdejo y Torrelapaja han sostenido siempre apoyándose en San Braulio (585-653), obispo de Zaragoza y autor de la «Vida de San Millán», que este santo nació por el año 459 en Torrelapaja, barrio entonces del Vergegio (Verdejo ) aragonés, en los límites de Castilla, Comunidad de Calatayud.
- ¿Quién fue San Millán?
- San Millán en La Rioja
- Reliquias
- Fiestas
¿Quién fue San Millán?
San Millán fue uno de los santos más famosos de la Edad Media, no solo en la Comarca de Calatayud para los que somos oriundos de esta zona occidental de Aragón, sino en toda Castilla, Andalucía y Cantabria. Junto con Santiago se le pinta de guerrero y «matamoros» porque según la tradición se apareció peleando con Santiago en la batalla de Clavijo.
San Millán, según San Braulio, cuya vida escribió, nació dentro del obispado de Tarazona, no lejos de la villa de Vergegio (Berdejo) «non procul a Villa Vergegio». A los 20 años de su edad, inspirado por un divino sueño, dejó el oficio de pastor y, conocedor de un santo ermitaño llamado Félix que moraba en el castillo de Bilibio, fue hasta él y lo eligió como su maestro.
Después de bien instruido durante unos años (6 calculan algunos biógrafos) en aquella escuela, volvió a su lugar de origen, a su pueblo Torrelapaja, «remeat ad sua» (volvió a los suyos dice San Braulio), y aquí intentó vivir una vida retirada de oración y penitencia pero no permaneció mucho tiempo porque el concurso de la gente que acudía a él no le permitía llevar la vida retirada de silencio y oración que pretendía y volvió a refugiarse en lo más remoto e intrincado de los montes Distercios (La Rioja) donde vivió cerca de 40 años sin compañía humana, hasta que Dídimo, obispo de Tarazona, enterado de su vida y virtudes heroicas lo sacó de allí, lo ordenó sacerdote y lo hizo cura de Vergegio (Berdejo).
Tampoco aquí duró mucho tiempo, porque su vida entregada a sus feligreses y particularmente su desprendimiento y generosidad con los pobres provocó la envidia y quejas de sus compañeros de capítulo que lo acusaron ante el obispo de que “dilapidaba los bienes de la iglesia dándolos a los pobres con el deterioro consiguiente del fondo común”. El obispo le recriminó con dureza su proceder, lo depuso del empleo y el santo se retiró de nuevo a acabar sus días, hacia el año 560, en el mismo lugar donde antes había estado, en el monte Distercio, que en tiempo de San Braulio se llamaba Oratorio de San Millán, en el cual, después de haber vivido hasta ciento y un años, fue sepultado.
San Millán en La Rioja
Es mundialmente conocido y muy visitado en La Rioja el Monasterio de San Millán de la Cogolla, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su valor histórico-artístico y sobre todo por ser la cuna del castellano en las “glosas emilianenses”.
Junto al Monasterio de San Millán de la Cogolla, nació Gonzalo de Berceo, padre de la lengua castellana, y sus famosas «glosas emilianenses» que se escribieron en “El Escorial» riojano, y que también escribió sobre la vida de San Millán.
Tanta ha sido la fama de este centro de espiritualidad y cultura que todo el mundo, y los mismos monjes agustinos que ahora lo regentan, dan por seguro que San Millán nació, vivió y murió en lo que hoy son los Monasterios (Yuso y Suso) de San Millán de la Cogolla.Después de bien instruido durante unos años (6 calculan algunos biógrafos) en aquella escuela, volvió a su lugar de origen, a su pueblo Torrelapaja, «remeat ad sua» (volvió a los suyos dice San Braulio), y aquí intentó vivir una vida retirada de oración y penitencia pero no permaneció mucho tiempo porque el concurso de la gente que acudía a él no le permitía llevar la vida retirada de silencio y oración que pretendía y volvió a refugiarse en lo más remoto e intrincado de los montes Distercios (La Rioja) donde vivió cerca de 40 años sin compañía humana, hasta que Dídimo, obispo de Tarazona, enterado de su vida y virtudes heroicas lo sacó de allí, lo ordenó sacerdote y lo hizo cura de Vergegio (Berdejo).
Algunos datos y fechas sobre las reliquias de San Millán
Cuando murió San Millán «depositaron» su cuerpo en el Oratorio donde había vivido. San Braulio escribe la Vida de San Millán por el año 638, unos 78 años después de la muerte del santo. Dice San Braulio que después de permanecer unos años con el ermitaño Félix regresa “a los suyos” «ubi nunc habetur copusculum suum gloriosum» (donde ahora está parte de su cuerpo expuesto a la veneración). Ese lugar de “los suyos” es sin duda Torrelapaja, su pueblo, su familia, donde ya en ese momento que escribe San Braulio estaba puesto a la veneración parte de su cuerpo. Parece cosa normal que sus paisanos y familiares de Torrelapaja, pasados unos años después de su muerte, fueran a La Rioja a pedir y traerse parte de sus restos, y los depositaron en Torrelapaja, «el barrio», y no en Vergegio, porque era aquí donde él había nacido y vivían sus paisanos y aún posibles familiares.
Los restos del santo sepultados en su Oratorio de La Rioja (Monasterio de Suso, o de arriba) permanecieron allí en su sepultura inicial hasta que el rey de Navarra D. Sancho el Mayor el año 1030 las colocó con honor en una preciosa arca cuajada de gemas en el nuevo monasterio que mandó levantar en el llano (Monasterio de Yuso, o de abajo), el monasterio que hoy conocemos.
En el año 1067 se inauguró también una nueva arqueta-relicario muy famosa, tanto por su riqueza en metales y piedras preciosas, como por el maravilloso arte con que estaban labradas las veinticuatro placas de marfil narrando la vida y milagros del santo.
En 1809 el rey José Bonaparte suprimió las órdenes religiosas y los monasterios fueron abandonados. Los monjes benedictinos de la Cogolla, antes de salir, sacaron las reliquias del arca para que no fueran profanadas y las escondieron en sitio seguro. Los franceses hallaron la preciosa arca de las reliquias y la destrozaron despojándola salvajemente de las piedras preciosas y placas de oro, sin embargo, no se llevaron los marfiles, pero los destrozaron.
En 1813 volvieron los frailes al monasterio e hicieron una modesta arca que recubrieron con algunas de las placas de marfil que pudieron encontrar.
El año 1931 fueron incautadas a la fuerza las placas de marfil por el gobernador civil de la provincia, pero fueron devueltas al monasterio en 1943 por el Ministerio de Educación Nacional.
En el año 1944 se hizo nueva arqueta acomodándole los marfiles recuperados, arqueta que se venera hoy en el Monasterio de San Millán de la Cogolla.
Año 631
Los vecinos de Torrelapaja trajeron de La Rioja parte de las reliquias y las pusieron a veneración en la pequeña ermita-oratorio que había levantado San Millán en honor de la Virgen de Malanca y que servía de iglesia parroquial para el pequeño poblado donde el santo había nacido y vivido hasta los veinte años.
Año 711
Ante el temor a que fueran profanadas las reliquias cuando la invasión sarracena, las depositaron en un arca de piedra bajo el suelo de la ermita-oratorio de la Virgen de Malanca y allí permanecieron hasta el 12 de noviembre de 1459. En el suelo de baldosines de la capilla hay una inscripción que dice textualmente: “aquí ocultaron el cuerpo de San Millán cuando la pérdida de España y estuvo hasta el año 1459”.
Año 1459
Con toda solemnidad y en presencia de numerosos sacerdotes y testigos de la comarca, además de los fieles de Berdejo y Torrelapaja, los restos de San Milán fueron elevados de la tierra y colocados en el interior del altar de la nueva iglesia-fortaleza que se había construido a la vez que la torre de defensa para proteger la frontera del reino en las múltiples guerras de aquel siglo con la vecina Castilla. Se conserva el documento que relata el acontecimiento.
Año 1587
Don Pedro Cerbuna, obispo de Tarazona, en visita pastoral el 17 de mayo, queriendo cerciorarse de la autenticidad de dichas reliquias mandó sacarlas del arca y exponerlas a la veneración. Después fueron devueltas a su lugar, quedando testimonio del acto.
Año 1607
El 25 de febrero, por concesión del Papa Paulo V mediante decreto firmado en Roma el 27 de noviembre de 1606, se sacó del sepulcro una reliquia (una canilla) y se le entregó a la parroquia de Berdejo para que también pudieran honrarle con una fiesta que aún celebran el tercer lunes de enero.
Año 1697
El 27 de septiembre fueron colocadas con toda solemnidad en el nuevo retablo mayor de la iglesia. D. Pedro Tobajas, hijo del pueblo y vicario en ese momento, nos ha dejado un largo escrito relatando con todo detalle la gran fiesta que se hizo para celebrar el acontecimiento. En tal ocasión concurrieron fieles de Ciria, Berdejo, Bijuesca, Malanquilla y Clarés con sus autoridades, sus cruces, banderas e insignias en número de 6000 personas.
Debajo de la hornacina de San Millán, que preside el retablo, hay una preciosa arca cerrada por cuatro llaves que se adorna con tres relieves alusivos a la vida del santo. En su interior hay tres arquetas. La del centro guarda los restos de San Millán, las de los lados las reliquias de doce santos que el rey don Juan II de Aragón regaló a esta iglesia en 1459 con ocasión de levantar la torre e iglesia fortaleza.
Fiesta de San Millán en Torrelapaja
Cuando se separaron los dos pueblos en el año 1601, las sentencias dictadas por la autoridad superior con la anuencia de los vecinos de ambos Lugares establecieron la separación de tierras, edificios y otros bienes comunes, pero no la administración de la Casa de San Millán, sita en Torrelapaja, y la fiesta del 12 de noviembre en honor del santo y el culto de sus reliquias que seguían siendo compartidas.
En la Concordia de 1627 entre ambas parroquias quedaba muy bien concretado y con todo lujo de detalles el modo de celebrar la fiesta en honor de San Millán el 12 de noviembre. Los vecinos de Berdejo subían a Torrelapaja en procesión con su cruz parroquial, banderas y estandartes. Al llegar al pueblo de Torrelapaja les salía a recibir otra comitiva presidida por el párroco de Torrelapaja con su cruz parroquial e insignias y la feligresía.
Cada año presidía la misa alternativamente el párroco de Torrelapaja o el de Berdejo. En la procesión se sacaba en andas el busto de San Millán y las varas de la peana las portaban sacerdotes o fieles seglares, dos de cada pueblo. Por la tarde, después de cerrar con las cuatro llaves la urna de las reliquias que se había abierto para la misa de la mañana y había permanecido abierta todo el día, se cerraba igualmente con la presencia de las autoridades de ambos pueblos y salían a despedir procesionalmente a los vecinos de Berdejo hasta las afueras del pueblo.
Al atardecer y por la noche celebraban bailes y distracciones en la Casa de San Millán en los que participaban todos, pero principalmente, los jóvenes de ambos pueblos en clima de hermandad. Al día siguiente se celebraba otro día de fiesta más sencillo y ya sin la presencia oficial de los vecinos de Berdejo, a este día le llamaban día de “San Millancillo”.
Actualmente esta fiesta se sigue celebrando conjuntamente por los dos pueblos en Torrelapaja, pero ahora la fecha es el sábado más cercano al 12 de noviembre, por residir la mayoría de la gente en Zaragoza u otras ciudades.